En construcción: "Lo Sagrado y lo Profano en la ritualidad simbólica de la Masonería"




LO SAGRADO Y LO PROFANO
EN LA RITUALIDAD SIMBÓLICA DE LA MASONERÍA




    1. Delimitación de la cuestión.

    Si bien el título de este trabajo promete un objeto de conocimiento grandilocuente, el contenido del mismo resulta mucho más modesto, y a los fines de no suscitar esperanzas vanas conviene ab initio ser claros en su delimitación.

    En primer lugar, no sería del todo vano confesar que el didáctico libro de Mircea Eliade[1] constituye in totum el cuerpo ideológico sobre el que aplicamos una perspectiva pretendidamente masónica a los efectos de que, de su cotejo, pueda extraerse como conclusión la existencia o no de vínculos entre el pensamiento del genial rumano y el devenir rituálico de la masonería, la medida de tal posibilidad y su validación práctica.

    En segundo lugar, y como no podría ser de otro modo, se trata de una singular y limitada interpretación por lo que, amén de su intento científico, cabe tomarla más como un primer intento de aproximación al tema en cuestión que como un análisis exhaustivo del mismo.

    Por otro lado, quien lea estas páginas debe comprender que este intento elucidatorio proviene de alguien que pretende acercarse paulatinamente al conocimiento simbólico sin contar con otros antecedentes académicos que los de su experiencia intelectual.

    Finalmente, y a modo de corolario de lo anteriormente dicho, la transitoriedad de las conclusiones aquí es regla, y su carácter hipotético, ley. Por lo que la existencia de posibles incoherencias en el curso de la investigación espero sea objeto de la piedad de un lector que valora más el romanticismo del intento que la suerte del resultado. Los versos finales de La Tempestad de Shakespeare así me valgan: let your indulgence set me free.

    1. ¿Es posible una hierofanía masónica?

    Aunque este polémico tópico sería más susceptible de explicación masónica como epílogo del análisis de este trabajo, Eliade lo postula en la introducción de la obra de marras pues conviene metodológicamente a su desarrollo, que en nada se relaciona directamente con la masonería; es por ello que haremos un breve análisis del mismo a fin de seguir puntualmente con el discurso del autor y porque entendemos que puede no afectar significativamente el propósito de esta monografía pese a no resultar del todo apropiado.

    En efecto, la hierofanía entendida como manifestación de lo sagrado merece algún reparo interpretativo desde una perspectiva masónica, desde que la francmasonería ha intentado históricamente, y con resultados dispares, dejar en claro que ella no constituye ninguna religión, ni sistema de creencias de ningún tipo.

    Sin embargo, una cierta analogía entre su filosofía y el de una religión puede inducir al error; y lo que es más curioso, los propios textos de la masonería, legales o rituálicos,  pueden desviar el recto juicio, aun de los propios masones. Nos encontramos, pues, en terrenos de la analogía; y de no indagar su verdadero sentido y alcance nos encontraremos fatalmente empantanados en las oscuras aguas de una religión simiesca.

    En este sentido, es importante tener en cuenta que la Masonería es una construcción puramente humana, cuyo devenir histórico ha vitalizado esta naturaleza despojándola (o intentando despojarla al menos) de todo vestigio que pudiera relacionar directa o indirectamente a sus símbolos con cuestiones religiosas, aún cuando muchos de éstos encuentren su origen en tradiciones judeocristianas, incluso específicamente gnósticas o del mundo de los cabalistas. Y si bien estos resabios se han conservado merced a una cierta concepción anacrónica que entiende a la tradición como algo pétreo, lo cierto es que su pervivencia se debe a la utilidad moral que ostentan más que a una profesión religiosa determinada. Una innegable tensión dialéctica entre las viejas tradiciones y el dinamismo que las va depurando coloca paulatinamente las cosas en su lugar, dejando traducir, en un devenir lento pero constante, la naturaleza pretendidamente racional de la institución masónica. De allí que la licitud o no de ciertas invocaciones religiosas, patronazgos de santos y cuestiones por el estilo deban ser juzgadas conforme a este devenir histórico y no merced a referencias estáticas de documentos imbuidos del momento histórico en que fueron pensados. Insisto, la pretendida naturaleza racional de la orden así lo indica pese a la existencia de ritos francamente teístas, o en el mejor de los casos deístas, cuya proliferación en el S. XIX se debió a cuestiones obviamente imbuidas de la cosmovisión de la época.

    Hacer una lectura de lo que es esencial, ritualicamente hablando, en masonería y lo que es puro ropaje histórico es una cuestión poco pacífica en una orden que tiene la extraña costumbre de legitimarse mediante tradiciones míticas difíciles de rastrear con un método histórico serio y desprejuiciado[2].

    Así las cosas, si la Masonería no es una religión pero ordena sus trabajos conforme a un ritual, habrá que establecer el grado y calidad de analogía que guardan sus rituales con aquellos utilizados por las diversas religiones; y lo que constituye quizá un desafío mayor, habrá que descubrir entonces cuál es el analogado principal entre ambas perspectivas. Dado que esta es una tarea ardua, conviene ir paso a paso, siguiendo el excelente análisis de Mircea Eliade para ir estableciendo semejanzas y diferencias entre los rituales religiosos y los masónicos, en aras a poder finalmente alcanzar el pretendido analogado principal[3].

    Por lo pronto, baste referir que no es posible en Masonería una hierofanía en los términos que lo plantea Mircea Eliade, y que aun considerando que ésta es posible, sólo lo es en un sentido analógico, cuyo grado y calidad determinaremos pacientemente en adelante.

    Ahora bien, Eliade califica la hierofanía como un “acto misterioso”. Este dato tiene una gran trascendencia en el estudio que emprendemos, pues este calificativo usado por el rumano nos entronca con el método propio de la masonería. En efecto, describe este acto misterioso presentándolo, textualmente, como “la manifestación de `algo completamente diferente`, de una realidad que no pertenece a nuestro mundo, en objetos que forman parte integrante de nuestro mundo `natural`, `profano`[4].  La vinculación de este acto con el método simbólico, propio de la Masonería, es evidente. Pero tal vez convenga explicitarlo con mayor detalle para profundizar en sus semejanzas y diferencias.

     El método simbólico de la masonería[5] puede ver en la escuadra, verbigracia, no sólo a la herramienta del constructor que permite rectificar ángulos sino también estimular la imaginación del individuo al punto de lograr que su propia psiquis le presente a sus potencias volitivas un imperativo moral cuya noción puede entrever, pero cuya complejidad conceptual le es imposible agotar en su totalidad. De este modo, una herramienta de albañilería perteneciente al mundo sensible puede convertirse en una manifestación de “algo completamente diferente”, y por la oscuridad del terreno en que se adentra puede situarnos en otro plano del entendimiento; al decir de José María Albert Paco, nos encontramos en estos casos “en una discontinuidad que nos sitúa en una dimensión preñada de recovecos”[6]. Este autor cita las palabras de Jung, contraponiéndolas en cierto sentido con las de Freud, para quien “el símbolo no es, ciertamente, ni una alegoría ni un simple signo, sino más bien una imagen para designar lo mejor posible la oscura naturaleza, apenas sospechada, del espíritu (es decir, lo consciente y lo inconsciente), una imagen que concentra las producciones religiosas, éticas y estéticas del hombre y que confiere vivacidad y dinamismo a las actividades intelectuales imaginativas y emotivas del individuo por cuanto se opone a la naturaleza biológica y mantiene en constante tensión los contrarios que se hallan en la base de nuestra vida psíquica”, agregando que “el símbolo no explica, sino que se proyecta más allá de sí mismo hacia un sentido aun en el más allá, inasible, apenas presentido, que ninguna palabra de la lengua que hablamos podría explicar de manera satisfactoria”[7]

    Por lo tanto, vinculado con el simbolismo (al menos desde una perspectiva del tipo de la de Jung) la masonería puede trasuntar misterios[8], aunque es claro esto no basta para que su método la vincule con el ámbito de lo sagrado desde un punto de vista religioso. Por lo pronto, he aquí una primera similitud entre lo misterioso que caracteriza a toda hierofanía y los “misterios” que trasunta la Orden masónica. Sin embargo, a la hora de establecer diferencias específicas entre tales actos, el terreno puede volverse escabroso si no se tiene en cuenta un cierto inmanentismo que, sin agotarla, es de la esencia propia del método masónico que se ha venido solidificando desde el siglo XVIII a esta parte[9].




    [1] Elíade, Mircea, Lo Sagrado y lo Profano, Ed. Labor, Barcelona, 1967.-
    [2] Robert Freke Gould indicaba precisamente que la masonería sólo podía considerarse con rigor a partir de la época en que el caos de las tradiciones míticas es sucedido por  la época de los registros logiales. Textualmente, el autor escribió: “At the outset I may remark that the actual History of Freemasonry can only, in strictness, be deemed to commence from the period when the chaos of mithical traditions is suceded by the era of lodge records”. Vid. Gould. R. F., The Antiquities of Freemansonry, en: The History of Freemasonry, London, 1882, Vol. I, pág. 2.-
    [3] Nos orientamos en esta tarea con el excelente trabajo de Díaz Dorronsoro, Rafael, La analogía, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL:http://www.philosophica.info/archivo/2010/voces/analogia/Analogia.html 
    [4] Eliade, M., op. cit. pág. 19.
    [5] Pero ¿fue siempre la Masonería una institución simbólica o este método fue fruto de la evolución de su naturaleza?
    [6] Albert de Paco, José María, Diccionario de Símbolos, Ed. Optima, Barcelona, 2003, pág. 82.
    [7] Jung, C. G., cit. por Albert de Paco, J. M., op. cit., pág. 82 y 83.
    [8] Desvinculado de todo simbolismo, la palabra “misterio” parece haber cobrado carta de residencia en la masonería a partir de una corrupción del término francés “mestier”, vinculado a los oficios de la Inglaterra del S. XII y su afrancesada dinastía “Plantagenet”, y que por hacer  referencia a un “oficio ocupacional” cada gremio adoptó, a los fines de poseer una identidad definida, sus propias insignias, escudos de armas, distintivos, pancartas y vestimentas. Desde este punto de vista, no parece lícito identificar a las herramientas del oficio masón como símbolos strictu sensu si no se contempla el desarrollo histórico de la institución y su naturaleza en constante construcción. Vid. Gardner, Laurence, La Sombra de Salomón.-
    [9] Desde esta perspectiva, no es peregrina la excomunión de la Iglesia Católica quien siempre tomó a este inmanentismo como una de las causas más graves en que se fundaba dicha pena canónica. 

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